Inmensa, Rusia, Excesiva

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O de un lugar al que uno siempre quiere volver cien o mil veces.

Uno se cree que lo ha visto todo. ¡Ah, la “grandeur” parisina! ¡Oh, los palacios vieneses! ¡Uh, los rascacielos de la Gran Manzana!

Hasta que llega a Rusia.

Nada hay tan inmenso, nada tan extenso, nada tan desproporcionado, tan excesivo. No hay términos medios: o tenemos zares y esclavos o la revolución corona zar al Estado. ¿Casi lo mismo?

Y la herencia de todo, medio siglo o un siglo después, permanece para gloria de cualquiera que se atreva a abrir los ojos para verlo.

Sólo una visita turística, unas pocas jornadas son más que suficientes para querer volver cien o mil veces, sabiendo que nunca será posible abarcar con el conocimiento lo que puede ofrecer.

Moscú gris, obcecada, mirando al suelo aunque apunte al cielo. Monumentos reales, palacios zaristas casi degollados y gloria del comunismo y de viejas victorias guerreras, de historias de lucha. Palacios subterráneos para obreros, monumentos a los caídos, a millones de muertos, el mausoleo de un asesino de asesinos esclavistas…

Moscú roja. Bonita. Gigante. Abierta. Salpicada de cúpulas doradas, de murallas embellecidas, iluminada por un sol que nunca llega a posarse en lo alto del cielo y que prefiere pasar de lado, como si no quisiera gastar las piedras ni alcanzar los rostros de sus habitantes.

Moscú contemporánea. Saltando de era en era sin mirar hacia el abismo y sin querer entretenerse en puntos intermedios. Ricos ultraricos, urbanismo salvaje, como los urbanitas, y distancias enormes entre el campo y la ciudad, entre el progreso y la voluntad de progresar. Ganas de dar media vuelta y pasarse de rosca.

San Petersburgo, ex Leningrado, más exceso. Aquí se ve por qué triunfó la revolución. Claramente. Pero también se comprueba como la visión, la cultura y el sentido común vencen a las mentes cortas y destructivas.

San Petersburgo, kilómetros de palacios, toneladas de belleza. Canales que dejan a Venecia un poco más al sur, ostentación que hace de París otra capital. El alumno nunca supera al maestro, pero la ciudad tuvo muchos, y consiguió ser un monumento gracias a ellos. Ciudad museo construida sobre ciénagas.

San Petersburgo, verano de luz, de toda la luz, noches blancas. Inviernos eternos, helados, terribles y recuerdos pasados penosos, de pasos cortos y hambrientos. Pero venció la ciudad.

Ciudad de sonrisas, de miradas de frente y al frente. Siempre al horizonte, palacio tras palacio. Luz en las caras y en los actos. Más sonrisas.

Ganas de volver.

¡Viva Rusia!

(Y se come bien. En próximas entregas.)

1 comentario en “Inmensa, Rusia, Excesiva

  1. Javier

    Si estoy de acuerdo a pesar del destrozo en sus calles la grandeza de San Petersburgo se hace notar a cada paso, voy cada año a ver a la familia de mi mujer y aunque al principio no me gusto, poco a poco me ha ido conquistando.
    Javier
    Londres

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