Boniato

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O de que las cosas se ponen chungas en un restaurante cuando…

Me aplico visitando cenáculos, pruebo cualquier chicha recomendable y les advierto que el “espectáculo de la decadencia es muy interesante, la razón por la que aún tengo energía y curiosidad suficientes para meterme en ciertos locales que exhiben arte contemporáneo sobre el plato”. El entrecomillado se lo copié del blog a Juan Luís Seisdedos y me viene que ni pintado, pues soporto a menudo comidas infinitas, soporíferas y horteras que me sirven para confirmar que un restaurante es un pedazo de boniato cuando, 1. te entran ganas de fumar un cigarro habano entre plato y plato, 2. quieres tomar café de una puñetera vez e ir a la siesta, 3. se esfumó tu hambre y zampas por compromiso, 4. empiezas a notar la silla como una prolongación del culo, 5. pones la oreja en las mesas vecinas, 6. miras el reloj demasiadas veces, 7. estás hasta el moño y lees en el menú que aún quedan platos por aterrizar, 8. quieres estirar las piernas, 9. bostezas y se te caen los ojos, 10. dibujas y 11. pides el diario, tropiezas con este “boniato” que aquí termina y te sientes atrapado en un bucle sin fin.

Crédito fotográfico by Dr. Case

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