¡No me toquen las anchoas!

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O del increíble mundo de nuestros políticos de pacotilla.

Encima que tenemos pocas, viene toda esta horda de garrulos de pacotilla a tirárnoslas por la cabeza. Si no me falla la sesera, es el segundo o tercer año que acá en el norte se obliga a la flota a saltarse la costera a la torera; ¡lo que nos faltaba!, que aparezcan estos cabestros abraza farolas a liarla a cuenta de las pocas que nos quedan para hacer bocatas.

Es bobada enfrentar la frescura de un traje valenciano a lo enlatado, desde el momento que un pedazo de pescado, con un tratamiento de salazón, escabeche o confitado, se transforma en un producto distinto al original, incomparable; es la alquimia de la lata, la bodega o la botella, del productor capaz de transformar la simple leche en queso, una pata de guarro ibérico en jamón, la uva en vinazo o sardinas en una pandereta. Prueben a poner en adobo la corbata de Camps y verán qué rica, vamos coño, no comparen; y las anchoas, ni tocarlas, que mato.

Las conserveras serias ya no saben qué hacer y añoran los tiempos en que cargaban en lonja los boquerones a paladas. Y luego, ¡qué currelo! Ponerlas en salmuera durante meses, lavarlas, descabezarlas, destriparlas, levantar espinas y piel y meterlas en aceite puro de oliva decente, ordenadas, seleccionadas, nadando en un jugo que concentra sus mejores esencias naturales, con una textura consistente y melosa, de gusto limpio, marino, natural, gelatinosas, la élite de las latas, para los paladares más selectos.

Si las pillan frescas, es un milagro; santígüense, llamen al obispado, recen a cristo resucitado y no se olviden que deben ser firmes al tacto y mostrar sus lomos bien plateados, sin magulladuras.

Elaboren papillotes con las más creciditas o marínenlas en sal, vinagre, aceite y ajo una vez desespinadas; arrópenlas en ensalada, con buenos pimientos asados en tiras, escarola o tomate de mata.

Y frían las más pequeñas. Descabecen y eliminen sus tripas, pasándolas ligeramente bajo el chorrazo de agua fría. Séquenlas y sazónenlas. Calienten en una sartén abundante aceite de oliva y en el momento que humee añadan una punta de guindilla seca y ajos finamente laminados; será cuestión de segundos, en el momento histórico en el que se frían los pétalos de ajo, retírenlos con ayuda de una espumadera y vuelquen los boquerones sin perder un segundo, en suficiente cantidad como para que no se pierda el calor del fuego y terminen hechos papilla, cocidos en aceite.

Ajusten una fritura intensa pero rápida, de minuto escaso, y disfrútenlos jugosos, con el alma de los ajos fritos, espolvoreados de perejil fresco picado.

¡Qué país! Esto no lo arregla ni Luis Aguilé.

4 comentarios en “¡No me toquen las anchoas!

  1. jose ignacio cenoz

    Las anchoas van a ser las angulas del siglo XXI. Difíciles de capturar y a doblón. Una pequeña industria conservera depende de este producto del mar y se la van a cargar, así como suena. Si se inventa el sucedaneo de anchoa ya no será lo mismo pero tengo la impresión de que eso es lo que quieren. Que la vida sea un sucedaneo para que sólo cuatro puedan disfrutar de los productos reales porque pueden pagarlos.

  2. David de Jorge E. Autor

    sí, cada vez todo es más plasticoso, chicloso y asqueroso, sin duda; eso sí, los bifidus, el proactif, el omega3 plus, la leche con calcio y las mandangas alimentarias campan a sus anchas mientras se prohíbe la venta de queso de leche cruda, de huevos verdaderos… país.

  3. Albert Bagué

    No puedo estar mas de acuerdo con el articulo. Hecho en falta pescado con olor a mar así como la leche con sabor a leche (no a agua teñida de blanco) y las tostadas con la nata del hervor.

    Al final nos van a obligar a tomar pastillitas con sabor a un sucedaneo de pescado. Eso sí, le añadiran doscientas vitamina y minerales.

    E la vita e bella !!!

  4. abrazafarolas (todojunto)

    Si usted no se hubiera zampado las antxoas que correspondían a toda la población de ondarru durante un año, hoy no estaría prohibida la costera. Modérese, señor E., el mundo no está preparado para la voracidad tanto zampabollos ilustrado.

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