Una casa de flores

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O de un texto del mismísimo Capote a propósito de la vieja Bonaparte.

“Cuando lo abrió, descubrió una cosa siniestra: en su interior, a manera de espeluznante ovillo de lana, encontró la cabeza de un gato amarillo. ¡De manera que la vieja había decidido provocarla con nuevos métodos! Seguro que quiere hechizarme, pensó Ottilie, pero no se asustó en lo más mínimo. Cogió con repugnancia la cabeza por una de las orejas, se la llevó al fuego, y la echó en el puchero. A mediodía, la Vieja Bonaparte se chupó los dedos y dijo que la sopa que le había preparado Ottilie estaba muy sabrosa.

A la mañana siguiente, poco antes del almuerzo, Ottilie encontró, retorciéndose en su costurero, una serpiente verde; tras haberla troceado en fragmentos diminutos como la arena, la espolvoreó sobre un guisado. Cada día la vieja ponía su ingenio a prueba: tuvo que meter arañas en el horno, freír una lagartija, hervir una pechuga de buitre. La Vieja Bonaparte repetía de todos esos platos. Y vigilaba con sus inquietos ojos brillantes las idas y venidas de Ottilie, en espera de que sus encantamientos produjeran efecto. Tienes mal aspecto, Ottilie, le dijo, echándole un poco de melaza a su avinagrado acento de costumbre. Comes menos que una hormiga, ¿por qué no tomas un poco de esta sopa tan buena?

Porque, respondió Ottilie sin alzar la voz, no me gusta la sopa de buitre; ni el pan con arañas ni tampoco los guisos de serpiente. Estas comidas me dejan sin apetito.

La Vieja Bonaparte lo comprendió; con las venas hinchadas y la lengua paralizada e impotente, se puso temblorosamente en pie y se desplomó luego sobre la mesa. Antes de que anocheciera ya había fallecido.”

Escrito por Truman Capote.

Crédito fotográfico by López de Zubiria